7/30/2010

¿ Cuál sería el momento para iniciar un tratamiento terapéutico?

Por Lic. Diego Samara

Uno o muchos podrían ser los motivos por los cuales una persona acude a un Psicólogo.

A modo de ejemplos, citaremos algún malestar sobre algo aparentemente determinado, en la búsqueda del amor, conflictos de pareja, en lo laboral, en las relaciones interpersonales, alguna fobia, ansiedad, inquietud, toma de decisión o ciertos obstáculos que impiden avanzar en el camino del consultante.

Por otro lado, en algunos casos ese malestar es mas difuso, indeterminado, hay “un saber” sobre lo que se siente, angustia, enojo, frustración, pero hay un “no saber” sobre el porqué del asunto que le compete; “me sucede esto, pero no se porqué”, suelo escuchar en mi consultorio

Siempre el interrogante del lado del paciente en la terapia implica un avance, siendo que no es lo mismo un discurso que se basa en quejas o reproches hacia los demás, que alguien que se formule una pregunta sobre su posición. En este caso, la búsqueda del saber es lo que hará poner en marcha aspectos inconscientes nunca antes registrado por el paciente, descubriendo nuevos sentidos, así el sujeto tendrá otras chances para su bienestar

De esta manera, para hacer un tratamiento terapéutico no es necesario estar enfermo, ni loco - como algunos creen- ; sino de lo que se trata, es que la persona se de la oportunidad de estar mejor y que pueda avanzar en su camino.

Lo que se esperará del tratamiento es que el paciente sea alojado en la escucha del profesional, quien, con sus respectivas intervenciones, habilitará el trabajo de situaciones no resueltas, inquietudes, negaciones, resistencias., surgiendo ideas que antes no circulaban por el pensamiento del analizante


. El tratamiento es un proceso que apunta a las causas, a la raíz del ser, no es algo superficial, por ello los efectos serán permanentes, siempre en relación con la historia singular de cada sujeto y sus lazos con los demás. El momento para iniciar una terapia es aquel donde la necesidad y el deseo así se lo dicten a uno. 

5/21/2010

De los mandatos sociales al propio deseo

De los mandatos sociales al propio deseo
Por: Lic. Diego Samara

Ciertas ideologías, valores, creencias que sostienen una familia, van marcando los modos de relacionarse, de construir pactos, algunos velados, otros visibles.

Basándose en parámetros de inclusión- exclusión, se va definiendo lo aceptado como lo normal, lo conocido, y lo que queda por fuera como lo extraño, lo anormal.

De esta manera, ante la necesidad de ser reconocido, de no ser rechazado por una familia, grupo o institución, por ese proceso de filtro se incorporan ciertos mandatos sociales sin ser procesados por la singularidad, confundiendo la demanda social, “el deber ser” con el propio deseo, “el querer ser”.

Ciertos sectores de la sociedad representan una enorme mirada de ese Otro dominante, una fuerza que irrumpe como indicador sobre qué es lo mejor, produciendo sentidos incuestionables que se naturalizan.

En este punto me pregunto cuál será el grado de responsabilidad del sujeto en la construcción de su closet, en el meterse en dicho placard, en el auto engañarse, o en la confusión de ni siquiera dar cuenta de su deseo, siendo que este se coloca a merced de esa Gran mirada.

La responsabilidad se pone en evidencia en casos donde dos hermanos de la misma edad reaccionan de distinta manera frente a un padre autoritario, uno se rebela derramando explicaciones, en cambio el otro es sumiso ante su imponente presencia. Dos posiciones distintas frente a una misma situación. El primero cuestiona en el intento cambiar las tradiciones, en el segundo continùa con la automática repetición de esas marcas( mandatos, obediencia) que conserva más de lo mismo.

Si bien las marcas que nos dejan nuestra historia, nuestros padres, determinan algo de nuestra esencia, también notamos que las generaciones cambian, que esas marcas no siempre se repiten, me refiero a estos valores, creencias, normas que un ser como hijo comienza a incorporar de su familia.

Creo en una distancia necesaria (y no en un alejamiento en el sentido de ruptura) entre los ideales y los sentidos que provienen de lo social, y la subjetividad de cada uno.

Cuando esa distancia se desmorona o no se produce, el Otro social se impone, el sujeto se pierde sin posibilidad de que invierta o cambie esos significados, transformándose los mismos en mandatos.

Podríamos pensar a una familia homoparental, diversa, del lado de lo desconocido, como peligroso, desorganizador, un niño con dos papás o mamás que desde una mirada social se proyecta hacia cada persona, desde allí la diferencia, caso por caso, si queda entrampado en este modelo precario basado en fantasías de enfermedad, contagio, pecado, donde las propias decisiones quedan fuera de juego, o se puede establecer un intervalo que permita abrir un circuito de producción, con “juicio propio”, mas humano, integrador, sin desprecio ni humillaciones, desmitificador de aquello que nos viene del Otro. Es a partir de aquí que la igualdad de oportunidades tendría lugar, a partir de aceptar otras alternativas de formas de amar, de familias y que no sea confundido con el vale todo. Porque el verdadero amor tradicional o diverso, es con responsabilidad y dedicación siendo a priori, independiente de la orientación sexual y el género del que se trate.

Esta distancia, como condición para no quedar capturado, imposibilitado de reformular valores, creencias, no está dada de antemano, no existe desde un inicio. En el inicio, de lo que se trata es de armar lazos.

El tratamiento terapéutico no solo cumple la función de alojar a las personas con sus historias de vida, sino que permite desplegar la pregunta de quiénes somos y qué actitud tenemos frente a ello, registrando posibilidades, creando alternativas, para reencontrarse con el propio deseo, desarmando mitos que la historia del paciente venía construyendo

Algunas organizaciones que forman grupos identificatorios entre pares, grupos de pertenencia.Estos grupos, por ejemplo de reflexión para gays y/o lesbianas, sobre todo en un primer tiempo intramuros, permiten desplegar inquietudes, tramitar deseos vía palabra, conocer otras realidades existentes, transmitir aspectos que en otros ámbitos no les es posible, como por ejemplo en el laboral.

De esta forma, muchas respuestas se van transformando, más preguntas se van formulando, nuevos sentidos se van creando y van cayendo atributos binarios, estancos, como simple moralina de lo bueno y lo malo, de lo normal y lo anormal, de lo enfermo y lo sano, que la historia de cada uno venía incorporando sin cuestionamientos personales.